Diáspora: Poesía Dub from Chile



El dub es una variante experimental del reggae nacida a fines de los años ‘60, que se caracteriza por un particular estilo de percusiones, ecos y efectos de sonido. Entre sus exponentes más reconocidos a nivel mundial están Lee “Scratch” Perry, Mad Professor, Augustus Pablo, y el productor King Tubby, considerado por muchos como el “padre” del dub.

Una década más tarde, a fines de los ‘70, aparece la Poesía Dub (Dub Poetry), con el fundacional “Dread, Beat an’ Blood” de Linton Kwesi Johnson (1977), al que siguieron “Reflection In Red” de Oku Onuora (1979) y “Rasta” de Benjamin Zephaniah (1980). Años después (1983) llegaría otro disco referente del género: “Check it” de Mutabaruka, un icono de este estilo en el movimiento Rastafari.

En Chile, el sonido de la poesía-dub -por estos días- proviene de Valparaíso, donde el poeta y radialista Absalón Opazo presentó su serie “Diáspora”, compuesta por siete poemas de su autoría, con música proveniente del universo “riddim”, esto es, bases instrumentales que dan vueltas por la red en diferentes versiones y que son ocupadas, por lo general, por cantantes de dancehall y reggae para cantar encima.

“Diáspora”, la serie completa, está en el canal soundcloud.com/radioperiferia. Además, hay tres videos subidos a YouTube: “La Rosa Prisionera” grabado en febrero de 2020, en el Valle del Elqui; “Realismo trágico”, filmado en Arequipa, Perú, en 2018; y “Semidios”, grabado en Valparaíso durante el encierro obligado a causa la pandemia del Covid-19.

En los tres textos, subyace la presencia de una América ancestral, resistente, generosa, siempre india y mestiza -a decir de Gabriela Mistral-, y también muy fantasma, poblada de espíritu(s) que ronda(n) y danza(n), en pleno siglo 21, al ritmo del dub jamaicano.








Poesía de Fabián Burgos: Estallido y compactación


"Creo en la reencarnación porque arrastro un cansancio de siglos", Fabián Burgos (2020). 
Edición conjunta Periféricas / Askasis.-

El tránsito de la poesía hacia su estallido y compactación, repitiéndose y recreándose como fenónemo frecuencial, se vislumbra luminosamente en este abundante volumen de Fabián Burgos. Un texto que queda sonando como un estallido en la oreja, y que aparece justo en la época del gran estallido en Chile. Por eso a lo mejor, al leerlo, se va sintiendo ese caminar cargado, como señala el título, peldaño a peldaño, soportando la lluvia de la historia de todas las humanidades que terminaron sobrepoblando la tierra con algoritmos y satélites. 

Así, mientras un cable submarino que aparece en Playa Ancha desde el Pacífico, nos conecta con la emergencia mundial y el desvarío de internet, la poesía de Fabián Burgos se revela con certera oralidad y nos comparte algo sobre la neuronal arquitectura universal por la que deambulamos, hora tras hora, día tras día, nosotros, la “especie”, a veces por inercia, a veces con propósito, pero lo cierto es que esa arquitectura se recrea majestuosamente en nuestra cabeza. Tantas neuronas como estrellas, tantas imágenes donde las galaxias se mimetizan con redes de células, como apunta correctamente el poeta, además de advertirnos que el corazón es un placebo, y que el pensamiento no se desintegra junto al cuerpo.

Yo asumo mi culpa y mi perfil de peatón distraído, por no mirar el cielo todas las noches. La ciudad nos arrebata ese ritual, tarde o temprano, pero en esos bares y en esas calles que me tapaban el sol y que hoy están corroídas por el gas lacrimógeno, me conecté fuertemente con estos poemas cósmicos que me trataban de entrada como una basurita cósmica, un simbólico y brutal llamado, a todos, a asumir de una vez por todas el fuego interno que nos fue concedido, y vivirlo con agradecimiento y bondad, sobre todo bondad.

Es que entre cometas perdidos, soles congelados, astros que no terminan de extinguirse, agujeros negros insondables, espacios incomprensibles, el que tengamos algo de calor y algo de poesía parece ser un noble regalo de alguien que nos quiere mucho. Sí, la poesía debe traer esperanza pero también carcomer y vomitar y ser parte de la cadena de la evolución de la humanidad hacia un presente mejor, donde el valor de la vida y su goce estelar, conectado con lo cósmico, sea lo sublime.

Solo soy cuando me nombran, decirlo todo, ver el cielo reflejado en los charcos, poner atención al sonido más puro, la música de los impulsos electroquímicos viajando por el cerebro. Comprender que la imagen viaja junto a la luz por el espacio, y que incluso hay algunos que colgaron desde el filo de una estrella. Las imágenes poéticas se suceden página tras página, y entre medio vuelo y alucino y me veo colgando desde la estrella de la bandera chilena, y la veo más manchada de sangre que nunca.

Sí, la poesía debe dar esperanza pero también denunciar, y este recorrido por los siglos de los siglos de Fabián Burgos, nos motiva a seguir levantando la barricada de la conciencia humana, única, universal, capaz de mapear entero el cosmos a su alcance, y lo que falta, escribirlo a la usanza estética, con escritura nocturna, secreta, metódica, como alegoría de lo artesanal por su verdad y reconocimiento fraterno de todos, juntos, como una sola especie, y con una, solo una oportunidad de prevalecer, ahora.

Ábrase entonces este libro en todos los hogares de Chile, algún día. Porque un mejor presente solo es posible si tiene poesía, pero más aún si tiene neuronas felices, libres, volátiles, con un océano cuasi infinito donde navegar sin temor a las balas cobardes del Estado. Que así sea, al menos antes que nos caiga encima el cometa.